Comentario
La figura que contribuye decisivamente a la presencia del Renacimiento en España es el cardenal Cisneros. Lo que constituye la cumbre de la reforma cisneriana es la fundación de la Universidad de Alcalá, cuna y vivero de espiritualidad. En 1498 comenzaron los trabajos, al cuidado del arquitecto Pedro Gumiel, y diez años después, en 1509, se dictaban las primeras lecciones. Por las aulas de Alcalá pasó la plana mayor del humanismo español. Unos como profesores: Nebrija y Alonso de Herrera en retórica, santo Tomás de Villanueva y Sancho Carranza de Miranda en lógica y filosofía natural, Alfonso de Zamora en la cátedra de hebreo, Hernán Nuñez y Juan Vergara en la de griego. Otros como alumnos: Francisco Ortiz, Ignacio de Loyola, Juan de Valdés, Francisco de Osuna y un larguísimo etcétera de estudiantes que fueron los cuadros de la Iglesia española durante más de cien años.
Pronto ensombrece Alcalá a Salamanca, hasta entonces la más importante Universidad española. La nueva Universidad atrae a catedráticos y alumnos. Su método es revolucionario: prescinde de la facultad de derecho, de enorme tradición, y solamente se reservan dos cátedras para la medicina. La teología -dice Bataillon- determinará la orientación de toda la Universidad, será su razón misma de ser. Para la enseñanza de esta disciplina se aplican las tres vías teológicas más acreditadas: tomismo, escotismo y nominalismo.